Siempre BachUAA
Hace seis años comencé algo que fue la etapa más importante de mi vida. Todavía más que el estudio profesional o la educación básica.
"No hay nada como la petróleos" lo digo convencido, creo que no soy el único. No sólo se trata de recuerdos, la preparatoria sigue estando allí, en el cruce del primer anillo con la avenida independencia. Un gran número de generaciones pasó por allí antes que nosotros y sé que otra gran cantidad lo hará en un futuro.
Allí aprendí a escribir, no a formar caracteres mal hechos como los que hacemos desde la primaria, sino a transmitir mis ideas de una manera literaria. Lo poco que tengo de talento se lo debo a aquellos tiempos, junto a un montón de anécdotas más. Las mejores amistades de mi vida, las fiestas verdaderas, el amor antiguo respetado por la memoria; son algunos nichos que quisiera referir.
Tan sólo tres años de la existencia, algunos tuvieron la suerte de quedarse más tiempo. En el futuro se acumularán los trienios, envejecerán nuestros cuerpos, nuestras almas se llenaran de experiencias; en el futuro pasarán las personas, algunas se quedaran atrás, entre luces y sombras... pero los años de "prepa" permanecerán como una parte de nosotros.
Es cierto que ha pasado el tiempo, que el presente se merece su debido protagonismo. Pero no está mal recordar, aunque sea de vez en cuando. Hoy otras personas están viviendo aquellos días; atraviesan la avenida corriendo y hacen fila en la cafetería. En un abrir y cerrar de ojos, se les acabara todo eso. La temporalidad, el hecho de que todo tenga su comienzo y final, es parte inseparable de la vida.
Allí aprendí a escribir, no a formar caracteres mal hechos como los que hacemos desde la primaria, sino a transmitir mis ideas de una manera literaria. Lo poco que tengo de talento se lo debo a aquellos tiempos, junto a un montón de anécdotas más. Las mejores amistades de mi vida, las fiestas verdaderas, el amor antiguo respetado por la memoria; son algunos nichos que quisiera referir.
Tan sólo tres años de la existencia, algunos tuvieron la suerte de quedarse más tiempo. En el futuro se acumularán los trienios, envejecerán nuestros cuerpos, nuestras almas se llenaran de experiencias; en el futuro pasarán las personas, algunas se quedaran atrás, entre luces y sombras... pero los años de "prepa" permanecerán como una parte de nosotros.
Es cierto que ha pasado el tiempo, que el presente se merece su debido protagonismo. Pero no está mal recordar, aunque sea de vez en cuando. Hoy otras personas están viviendo aquellos días; atraviesan la avenida corriendo y hacen fila en la cafetería. En un abrir y cerrar de ojos, se les acabara todo eso. La temporalidad, el hecho de que todo tenga su comienzo y final, es parte inseparable de la vida.
Recuerdo los salones por los que pasé, principalmente el uno y el seis, los pasillos angostos que pude navegar, inundados de gente a las dos en punto, cuando cambiaba el turno. Yo siempre pertenecí a la tarde, a los calores interminables, las puestas de sol anaranjadas y las noches frescas, con las estrellas vigilando el final de la jornada.
Pertenecí a las butacas incómodas, el auditorio de madera, la biblioteca con su envidiable aire acondicionado y a las gradas que fueron derribadas. Fui de allí, testigo de las jardineras, pasajero del pasillo central, presa de los zancudos en verano y del aire frío en el invierno. Mis tennis se llevaron parte de la cancha y mis ojos conservaron las fotografías más entrañables, las más queridas, aquellas que se imprimen en la mente.
Entré siendo un niño de catorce años de edad, un chamaco recién egresado de secundaria que cree tener el mundo al alcance de la mano. Los aguaceros del comienzo eran insistentes, como un vestigio de la creación, metáfora necesaria de que una nueva era hacía su llegada.
Luego me encontré con la historia, en un pequeño espacio se entrelazó una multitud de nombres, algunos más gratos, otros desconocidos, pero unidos de una u otra manera. Me hubiera gustado conocer a todos, pero eso no importa, porque tuve más de lo necesario. Estoy agradecido con la vida, por haberme amparado de esa manera. En mi opinión tuve lo mejor que había.
Pasaron las semanas, el curso de las primeras materias y los amores imposibles. El nombre legendario de los primeros tiempos, el primer año que se convirtió en cuentos y poemas: "¿Dónde estabas Felipe?", "El funeral de Ernesto", "Rosa Marchita", "La dama del secreto", "Amor de lejos", junto a un amplio etcétera.
Apareció el segundo año, nuevas personas en mi vida, algunas venidas desde lejos, otras siempre estuvieron al lado. Desde entonces fui parte de los "bussones", al igual que Aldo, Armando, Cristóbal, Emilio (en su momento), Ken (o Carlos), Rodrigo, Bussón (el fundador de nuestro grupo) y Pastrano en el final. Éramos muchos, hoy desgraciadamente, no quedamos tantos en las reuniones.
Vino el descubrimiento de las fiestas, el encanto de la edad que inspiró tantas aventuras reales y escritas. Cumplimos los diecisiete años, sin que nos importaran los problemas que arrastra la vida. La noche se volvió casi tan importante como el día, con el sabor de la madrugada en la boca.
Así se consumieron los días, con estudios de por medio y exámenes cada cierto periodo de tiempo, con maestros buenos y malos. Con las paredes azules de la preparatoria y los salones de ventanas opacas viéndonos, en un cálido abrazo que nos hacía sentir en casa, en el corazón de la juventud.
El último año tuvo la nostalgia de nuestra partida. Por un lado mirábamos a quienes se quedaban, siempre un paso detrás de nosotros, con cierta envidia sana porque disfrutarían más tiempo en la petróleos. Por otro lado, con cierta incertidumbre por nuestra propia situación que exigía elegir una carrera, juntar un número de puntos para entrar a la universidad.
No recuerdo qué tan buenos o malos fuimos, qué tan inocentes o culpables. Pero ciertamente, fuimos felices. Nos esforzamos, luchamos a nuestra manera y disfrutamos aquellos momentos.
Es hora de dejar el pasado quieto, de despedirse una vez más. Recuerdo muy bien las emociones del final, el sentimiento desesperado de que no volveríamos a vernos. Y la vida pasó, un trienio se consumió, pero continuamos siendo compañeros. Hoy mis principales amistades provienen de allí, de aquellos pasillos techados sensibles a la intemperie.
Septiembre de 2010 |
Noviembre de 2011, aproximadamente |
Septiembre de 2012 |
Mayo de 2013 |
31 de mayo de 2013, último día en la escuela. |
Dedicado a quienes formamos parte de la generación:
2010 - 2013
¡Siempre BachUAA!
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