El desprecio por el que tiene menos
Sabemos que vivimos en un país de profunda desigualdad, aunque a veces se nos olvida. Tenemos una sociedad que se divide en clases sociales que a su vez se clasifican en más conjuntos que podrían partirse infinitamente hasta que cada persona tenga su propia "clase social".
Pero ese tipo de distinciones basadas en el dinero y el poderío económico no son absolutas, no determinan la forma de ser de un individuo, su esencia, y mucho menos su "valor". Son simples formas de discriminación, que se repiten día con día.
Podría denominarse genéricamente como "el desprecio por el que tiene menos". Ya no sólo se toma en cuenta el color de piel, el origen, la religión, la edad, género o sexualidad para establecer "diferencias" entre las personas. Ahora el factor económico es un referente para los que gustan de sentirse superiores.
Cierto es, que la distinción entre ricos y pobres, poderosos y no poderosos existe desde hace más de mil años. También ha sido un factor de exclusión desde entonces. Pero lo novedoso del asunto es que actualmente se lucha en gran medida por la no discriminación, y las minorías exigen un trato digno. Sin embargo, los menos afortunados económicamente permanecen en silencio. La mayoría de ellos trabajan arduamente por el bienestar de sus familias y simplemente, carecen del tiempo para quejarse.
Otros grupos pueden darse el lujo de gastar tiempo y energías en exigir mejores condiciones para ellos. No así "la gente pobre", esa que de verdad tiene pocos recursos y no me refiero a los integrantes de la clase media que también hacen sacrificios diarios. Estoy hablando de aquellas personas mandan a sus hijos a la escuela unos cuantos años porque después tienen que trabajar a una joven edad.
Hace unos días me encontré en una parada del camión con una señora que se dirigía hacia una colonia lejana, cargando bolsas de mandado. Estábamos en el centro de la Ciudad, el lugar por excelencia donde todos se encuentran, pues abundan los lugares comunes, como el Parián y el Andador Juárez por donde ricos, pobres y los de en medio, llegan a transitar. Calles peatonales en las que abundan los negocios y nunca faltan los viejecitos inofensivos que se posan en el suelo, pidiendo limosna.
Nosotros estábamos a unos metros de distancia, a un costado del Templo de San Diego. La señora se acercó para preguntarme si la ruta 15 pasaba por allí, luego surgió la conversación. Me preguntó si estudiaba y me aconsejó que me esforzara mucho en la escuela, porque está muy dura la situación. Platicando me enteré de algunas cosas, como que sus nietos del preescolar usaban los zapatos de sus hermanos mayores. Que aquella familia hacía varios sacrificios para salir adelante y abrirse paso en medio de la vida.
No pude evitar conmoverme y ver lo afortunado que soy. Tal vez no pueda referir las palabras exactas que la señora me dijo, pero estoy seguro de que aquellas personas tenían problemas peores a los míos y eso no era pretexto para darse por vencido, por la sencilla razón de que tenemos que vivir, sin importar nada más.
También me di cuenta, de que en gran cantidad de ocasiones ignoramos lo que pasa a nuestro alrededor, hay una indiferencia hacia la persona que está al lado de nosotros. Hacia el vendedor ambulante, la señora que espera el autobús en la sombra, el anciano sentado en la banca, el niño que pide limosna. Somos una comunidad de extraños, que parece despreciar a los que tienen menos, como si nosotros fuéramos autosuficientes y no necesitáramos de nadie.
Tal vez el concepto "desprecio" parezca o sea exagerado para describir esta situación. Pero me pregunto, ¿acaso no es desprecio ignorar a otra persona? Hacer de cuenta que los "pobres" no existen y vivimos en un mundo perfecto, ¿no es desprecio? Hacerlos a un lado a la hora de hablar de política y problemas sociales, ¿no lo es?
Aquí queda abierta la reflexión, cualquiera puede disentir del punto de vista expresado.
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