14 de febrero
14 de febrero de 2011
El sol se oculta detrás del Cerro del Muerto, el lugar por excelencia para que el día fallezca. Pues el astro rey, cansado de la fatiga diaria se retira una vez más a dormir. Mis manos sostienen un ramo de flores, mientras un silencio exterior sofoca la inmensidad de mis pensamientos.
Las clases de la preparatoria que tanto amo no serán para mí ésta tarde. Apenas es mi primer año en la legendaria "Petróleos", tengo quince de edad y todo parece posible. No sé por qué, pero es momento para soñar. Cuando tienes quince todo te vale, las fiestas de las muchachas llenan los espacios del calendario, al menos mes con mes.
Las ocasiones para bailar y tener vida social abundan por todas partes. Las mujeres ya saben maquillarse, peinarse y llevan sus mejores vestidos a todos estos festejos; se ven tan hermosas cuando caminan, bailan en la pista y se atreven a dejarse los tacones para "No rompas más" y "El Payaso del Rodeo".
De todas ellas, hay una que me llama la atención. Para ella es este ramo de flores que humildemente acabo de comprar. La verdad no tuve mucha creatividad, simplemente llegué a la florería más cercana a la prepa, miré las cubetas de plastico y escogí uno.
Espero que le agraden. No es mi primer amor, a estas alturas ni siquiera pienso que se trata de amor. Simplemente me gusta, tiene una cara bonita como las que me agradan. Cursa el mismo año que yo, eso quiere decir que es un poco más madura, o al menos piensa eso.
Hace unos días que la miro con la cabeza baja, contemplando las cuadrículas del suelo, esos mosaicos blancos y grises que a diario son pisoteados por cientos de personas, tal vez miles. Ya que nuestra escuela está sobre poblada, paso el día con los codos de mis compañeros puestos en mi banca. Pero aún así, es parte del encanto de este lugar.
Sé que ella pasa por lo mismo. Las mujeres sufren un poco más cuando colocan la bolsa en su propia silla para evitar que ésta se ensucie, quedando con un espacio todavía más reducido. Pero esa no es la causa de su tristeza. Todavía no me la ha contado, tal vez con este ramo de flores, sea feliz por un momento.
Cuando se ríe lo hace como si quiera olvidar su tristeza. No es la mujer más guapa que hay en la tierra, ni si quiera en la preparatoria. Pero yo no soy ningún actor de cine o telenovelas. De hecho, he tenido ciertos desatinos en los últimos meses.
Quiero desaparecer esos errores hoy. Como si la vida nos regalara una goma para borrar aquellas cosas que escribimos con lápiz. Es una lástima que ciertos capítulos se quedan grabados con tinta.
Es 14 de febrero, día de San Valentín. La fecha impuesta por la mercadotecnia para que compremos regalos y consumamos todo lo que podamos. Apenas y tengo dinero en los bolsillos, acabo de gastarme lo último pero me queda algo más importante entre las manos (y no me refiero a estas simples flores).
Tengo la esperanza, de que al menos todos somos estúpidos un día del año que dedicamos al "amor" y a la amistad también. La esperanza de que ella pueda sonreír, no sólo para mí, sino para el mundo en general. Porque sé que merece ser feliz y yo también.
¿Que si tengo otras intenciones? En el momento no puedo contestarlo. Algún día me reiré de esto, tal vez cuando tenga veintiún años y la universidad me aplasté con sus trabajos, tal vez a los treinta cuando el trabajo sea cada vez más pesado, o a los sesenta, por decir un número en el que la vejez comienza a aparecer.
Pero mientras tanto vive el presente, ya que la fecha exacta jamás volverá a repetirse... Los carros van y vienen, el sol ya no está pero aún pueden notarse los colores del atardecer. La farmacia blanca de la esquina permanece igual que la primera vez que pasé por aquí, el camión verde de la ruta 20 cruza el semáforo antes de detenerse. En un segundo me veo tentado para regresar a mi casa, pero recuerdo que no traigo mi mochila conmigo.
Además tengo un compromiso enfrente, del otro lado de los barandales azules, la barda gris y los salones con el mismo color. Cuando pase por la puerta, el vigilante me echará carreta por el regalo que llevó, al menos, se dará cuenta de él... Me imagino que no soy el único que entrará por aquí haciendo el ridículo. Muchos traen globos, osos de peluche y esas cosas.
Ahora sigue el pasillo central, giro a la derecha y de pronto estoy afuera de los laboratorios. Esperaré en una banca de concreto a que sea el cambio de hora. Tengo todo planeado, no le daré este ramo vistoso aquí, donde cualquiera puede verme sino que la llevaré al jardín delantero, aprovechando que comienza a oscurecer, que las sombras brindan mayor privacidad y los automovilistas de Primer Anillo no se molestan en mirar más allá de la barda.
Aquí viene ella, bajando las escaleras a la derecha mía. Nada de lo que pasa ahora tiene importancia, ni si quiera el desenlace que podría ser fatal o un simple final feliz. Porque sé, que conforme pasen los años llegaran otros "14 de febrero", tendré otras personas en mente, otros asuntos que en aquel momento me parecerán más importantes.
No volverá a repetirse este instante. Ella trae el cabello lacio suelto y la mirada confiada. Tal vez año con año, los adolescentes volverán a repetir nuestros pasos, tanto los míos que di desde la florería como los de ella que provienen del interior de su grupo. Sólo la historia dirá quiénes tendrán éxito en su cometido y quiénes no, si perteneceré a aquellos triunfadores o formaré parte de los segundos.
Pipe Bonilla
Fotografía tomada el 30 de noviembre de 2016 por mi celular.
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