Chapecoense; buscando la gloria

En días pasados una terrible noticia sacudió al mundo del deporte a nivel mundial. La noche del lunes 28 de noviembre, el avión donde viajaba gran parte del equipo de fútbol "Chapecoense" se desplomó cerca de Medellín, Colombia. (1)



Hasta el momento, se sabe que el avión en el que viajaban tenía poco combustible. El piloto Miguel Quiroga, al comunicarse con la torre de control del aeropuerto de Medellín reportó este hecho además de un fallo eléctrico total. (2) 

Al respecto, el futbolista Moisés Ribeiro Santos, quién no realizó el viaje por encontrarse lesionado, atribuye la totalidad de la culpa al piloto, mismo que también murió en esta tragedia aérea. "No fue un accidente, mis compañeros fueron asesinados", afirmó al ser entrevistado por el periódico The Daily Mail. (3)

Pero más allá de las conjeturas sobre lo sucedido, de las investigaciones y del amarillismo; los familiares de los fallecidos (ya sean futbolistas, reporteros, miembros del cuerpo técnico y de la tripulación), quedaron con un dolor tremendo que nadie desea soportar. 


Durante estos días, he escuchado diferentes clases de comentarios, muchos de ellos con tristeza y una solidaridad sincera. Sin embargo, hubo uno que me pareció terrible. Alguien por allí dijo: "a nadie le interesa que miles de sirios mueran a causa de la guerra, pero cuando un equipo de fútbol muere todo el mundo le presta atención."

Casi se me congela la sangre o se detiene mi corazón. Es cierto que la situación de violencia en la que se encuentran los países de medio oriente es lamentable, y que un número indignante de seres humanos inocentes han sido asesinados por bombardeos, enfrentamientos armados y demás. Es una verdadera lástima que las masacres continúan hoy en día, por las razones más absurdas, a pesar de han transcurrido mucho siglos en la humanidad. 



Sería injusto quedarse callado ante esta realidad o fingir que no existe, pero hay que distinguir en qué lugar y momento es pertinente protestar y sacar el tema a colación. Sobre todo porque comentarios como el mencionado en líneas anteriores se realizan con un ánimo pesimista, de crítica destructiva y mordaz, que de ninguna manera busca aportar una solución.

Ninguna persona con sabio entendimiento llega a un funeral criticando a las víctimas por ser de tal o cual condición. Tampoco aparece criticando la pérdida que sufrieron los seres queridos de los difuntos, diciendo que otras personas tienen mayores motivos para entristecerse, que su tragedia es más inmunda y cruel. Nadie puede afirmar que el "luto" es una exageración, por haber problemas que parecen peores en el mundo.


No sólo era un equipo, no sólo se trataba de sus acompañantes, del personal del avión, del plantel técnico y los medios de comunicación. Fueron setenta y un personas la que compartieron el mismo destino, cada uno de ellos dejó a su familia sin un integrante, sin uno de sus seres más preciados y amados.




Aquel avión nunca aterrizó. Las personas que viajaban allí se fueron para siempre, llevandose consigo su personalidad, sus sueños, su sonrisa, el talento, la manera de ver el mundo y todo lo que conpone "la humanidad" que hay en cada uno de nosotros.

Al momento de terminar con la edición del presente artículo me enteré de que el Chapecoense fue declarado por la Conmebol como Campeón de la Copa Sudamericana de Fútbol. (4) En hora buena por el recuerdo, la memoria, el honor y todos los valores que se evocan con el triunfo y se mencionan cuando se habla de la muerte. 

Salieron buscando un título y se encontraron con el sacrificio más grande que puede enfrentar alguien; la pérdida de la vida. Esperemos que el mundo nunca olvide lo que pasó a tan sólo unos minutos de Medellín...


El fútbol, ese emotivo suspiro en medio de la adversidad, está de luto.


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