Carta a la luna número dos



#2 Me confesaré

Sé que también te gusta escribir. Presenciaste mis propios inicios, leíste mis cuentos mal hechos con los que comencé, mis versos parecidos a los del rap. ¿Lo recuerdas? “La misma calle”, “La dama del secreto”, “¿cómo es ella?” También mi primer éxito, con muchos errores de redacción y más pasión que algunas obras profesionales. Todavía me acuerdo de que te di una copia de mi propia historia, dramatizada y con detalles literarios.

Quiero creer que también leí algo tuyo. Deberías escribir más, juro que compraría todas tus obras, las leería en voz alta para tener un poco de tu alma en mi boca, un trozo de tu corazón y estoy seguro que de esa manera conocería más de ti.

Siempre me has parecido agradable. Hoy que navego buscando una acompañante, me cruzo contigo tantas veces. Empezando por tu cuerpo, tus ojos cafés, tu estatura pequeña, tus caderas, tu cintura, tu cabello claro y tu cara  redondeada. Lo que más me gusta es tu sonrisa, tan espontanea, alegre y llena de entusiasmo.  Es triste que tengas novio, no creo encontrar a alguien como tú. Estoy consciente de que soy necio y tú también lo serás cuando quiera deshacer su abrazo.

¿Qué si lo odio?

Claro que no, él me cae bien; es de esas personas que sin hablarte te saludan, de esos que están atentos a su alrededor, de los que no están enajenados con su pequeño mundo. Lo más probable es que ambos se merezcan todo ese cuento de hadas que habitan.

Soy un egoísta.

Dime, ¿dónde quedó yo? Gran parte de mi vida he buscado tener mi propia historia de amor sincero y sigo sin encontrarlo...

Te he observado, sé que serías perfecta para mí. Pero tu relación es tan dinámica, tan estable, tan correcta, que no me gustaría arruinarles la vida. Creo poder ofrecerte algo que aspire a ser igual, pero ¿mejor? ¡Mejor cómo! No puede ser mejor. Ni siquiera estoy seguro de poder igualar la comunión que tienes con él.

Si crees que este es el momento de mi rendición, te diré que no es así. Sí es necesario seré tu amante, me llevaré la luna a Marte, si es necesario esperare a que terminen, a que el sol se apague. Te abro mis brazos, te doy mi vida y mi corazón, ven aquí cuando puedas, cuando te hayas aburrido de aquel, cuando empiece a ser soberbio contigo. Ven a mí, cuando tu mejor amigo tampoco pueda ayudarte, cuando la vida le empiece a sonreír y se aleje de ti. Luna, ven hasta mi casa, baja del cielo voluntariamente cuando se vuelva rojo.

Me confesaré, me arrepentiré de todos mis pecados y pediré perdón por lo que he hecho, para poder comulgar contigo. Beberé de tu sangre, de todo lo que ella conlleva, tu ascendencia, tu vitalidad, tu pasión y tus dolores. Comeré de tu carne, y la luna será una hostia bendita, que llevaré en mi cuerpo, resguardándote del mundo hostil, probando tu alma, tus intenciones, la inocencia que conservas. Participaré de ti, serás mi salvación, serás vida eterna, serás todo lo bello que la religión dice ofrecer, y que yo sin necesidad de sacerdote ni iglesia, obtendré de ti.

Estoy enamorado de ti y primero lucharé por bajarte de ese cielo, hasta el altar donde seremos bendecidos. Y rezaré por ti, porque sigas color carne, porque no derrames lágrimas ajenas a la felicidad, porque te observo y no eres una virgen, pero eres una mujer inocente, sincera de corazón, y por supuesto fiel. Te digo que no encontraré una mujer como tú, ni aunque recorra todos los planetas buscando un satélite igual de bello.

No te preocupes por la fecha en la que llegará nuestro momento, sé que este habrá de aparecer. Esperare mil años si es necesario, y si envejecemos moriremos en un mejor lugar, porque si sigo esperando saldré de esta tierra, tal vez en un cohete rumbo a ti y con algunas tijeras cortare la gravedad que te ata a él, o a los demás. Seremos libres cariño, te cantare mientras salimos del sistema solar donde siempre fui un pobre humano, tan pequeño y tan desconocido. No veremos la tierra que te aduló tanto tiempo pero nuestro destino será mejor, porque nos perderemos en ese cúmulo de puntos plateados, y veremos cosas que nunca imaginamos.

Sea a donde sea que nos lleve el polvo espacial, así al infinito, a un agujero negro, o morir incendiados en una estrella fugaz, te amaré porque siempre descubriré alguna cosa nueva en ti.




Adrián Baltazar Bonilla Rivas, texto original creado en julio de 2012.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Gotas aisladas 2024

Conociendo a un autor; Carlos L. Alvear

El primer amor