Tres años no pasan en vano

Hace tres años que todos quienes te conocimos (e incluso aquellos que no pudieron hacerlo), te perdimos momentáneamente. Desde ese momento el silencio que dejó la ausencia de tu voz fue aplastante, atronador, fatal…

Recuerdo una canción que asemeja que todo sigue igual después de la despedida de alguien, pero aquí todo ha cambiado, al menos para mí.

Tres años no pasan en vano; 

Tu familia, ese noble conjunto de seres que te acompañó hasta los últimos momentos, florece en el amor, en el entusiasmo y el respeto por la vida. Quienes hemos tenido la dicha de convivir con ellos en algunos momentos de nuestra historia, refrendamos nuestra admiración hacia ellos, hacia esas personas inigualables, cálidas y amables que tuviste como hogar en el mundo.

Tus amigos hemos tomado caminos separados, pero no por eso nos olvidamos de los otros. Porque aquí nadie olvida, esa es nuestra regla de oro. Ninguno de los hermanos puede ser olvidado y tú sigues siendo uno de nosotros, siempre lo diré en mis oraciones.

Algunos ya son ingenieros, otros y otras reciben sus títulos en diferentes profesiones, algunos más nos resta un camino por delante para lograr nuestros sueños. Ahorita casi todo radica en asegurar el futuro, en tener una manera de sustentar nuestros próximos días.  Y en cierta forma todos nos preocupamos por esos problemas tan mundanos que seguro ya no sufres. ¿Puede alguien asegurar una sonrisa con dinero? ¿Acaso puede alguien comprar un amanecer?

Aquí todo ha cambiado. Los días que no sabría describir como cortos o como largos no alcanzan para realizar todo lo que nosotros quisiéramos… Entonces me acuerdo de ti, miro el calendario, veo que es 22 de noviembre otra vez, que hace tres años falté al Servicio Militar el día que tu partiste y ni si quiera lo imaginé, sólo me llegó la noticia. Aquella triste nueva con la que todos nos impresionamos.

Tu presencia la disfruté, tu compañía fue enriquecedora en todo momento, tanto en los pasillos inmortales de la preparatoria como en los encuentros posteriores. Pocas personas como tú, tienen la fortuna de ser luz en un mundo de matices oscuros. Y ya sabes todo lo que opino de ti y de tu personalidad, de que sin exagerar fuiste un ángel en medio de humanos, de que siempre vimos tu bondad y nunca nos cansaremos de decirlo.

Ese testimonio de vida, la dicha de conocerte, de ser tu amigo, al igual que el recuerdo, se queda para siempre con nosotros…

Me recuerdas los beneficios de tener fe en algo más poderoso que nuestras débiles fuerzas; el creer en un camino, el poder creer en Dios. Porque dice el Señor que “el que cree en mí, aunque muera vivirá” (Juan 11:25) y  ninguno de nosotros creyó tanto como tú. Nadie tuvo tanta fortaleza como tú y tu familia.

Tres años no pasan en vano, lo repito en mi mente, como una campana repicando. Noviembre siempre será un mes frío que prepara el final del año… Cuando miro hacia atrás me queda claro que tuviste una misión en el mundo y la cumpliste a cabalidad, que tu desempeño siempre estuvo marcado por el compromiso y la responsabilidad. Me queda claro que todos y cada uno estamos en este mundo para cumplir un fin.

Pienso que al día de hoy no debemos de olvidar la alegría. Nos enseñaste a sonreír a pesar de la circunstancias, a ser amables con todo el mundo, a recibir a los demás con los brazos abiertos. Gracias a ti y a muchos más, aprendimos que en la vida encontramos nuevos hermanos, que quién hoy es un extraño mañana puede ser la persona con la plática más interesante.

Por eso y más, te agradezco sinceramente, querido amigo. No tengas pendiente por tu recuerdo, pues está siendo custodiado por cada uno de quienes te conocemos. No te preocupes por quienes nos quedamos aquí, que entre nosotros sabremos cuidarnos.

Una vez más, gracias por todo amigo, 

Carlos Alberto Moreno Hernández, 

“Ken”

Atentamente

Adrián Baltazar Bonilla Rivas

"Pipe"

Aguascalientes, Ags. a 22 de noviembre de 2017

Fotografías provenientes de mi archivo personal