El día que México lloró

Existen sucesos calificados como tristes que influyen en el ánimo de un país completo. Nos ha tocado presenciar algunos de ellos, desde las eliminaciones en los mundiales de fútbol, los resultados de algunas elecciones hasta varios sucesos de tono mayor.

Aquí se distinguen las verdaderas tragedias y desgracias, que ni si quiera son comparables con los casos ya mencionados, debido a su naturaleza. Pensemos en el terremoto del ochenta y cinco, por ejemplo, cuyo recuerdo macabro acaba de presentarse hace unos días con el sismo ocurrido en Oaxaca y Chiapas.

Retomando el pasado, surgen el sesenta y ocho, el hundimiento de los buques mexicanos en la segunda guerra mundial, el asesinato de Don Francisco I. Madero, etc. Pero existe uno que sobresale, aún por encima de este baño de sangre llamado “Historia de México”.

Imagen de la Batalla de BuenaVista

El 16 de septiembre de 1947, las tropas estadounidenses ocuparon la ciudad de México, en el marco de la primera intervención norteamericana. Tan sólo unos días antes cayeron los primeros bastiones, Churubusco, Molino del Rey y Chapultepec. Conocida es la historia de los “niños héroes” que tiene tintes de leyenda.

Desde la primaria se nos contó lo sucedido aquel 13 de septiembre, tomando en consideración siempre que Agustín Melgar, Juan de la Barrera, Fernando Montes de Oca, Juan Escutia, Francisco Marquez y Vicente Suarez, fueron jóvenes cadetes, “niños” en un sentido figurado, dotados de un gran sentido del honor y del patriotismo.

Fue así, como de esta manera anecdótica se nos inculcaron estos valores. En los honores a la bandera efectuados todos los lunes recitamos un juramento y entonamos el himno nacional, como nunca en la vida.

Pero dejamos a un lado parte de la tragedia, del ultraje que sufrió nuestro pueblo por aquellos años. Pues no sólo fuimos invadidos una vez, la corona española intentó reconquistarnos, Francia ocupó nuestro territorio en reiteradas ocasiones y con el paso de los años ocurrieron otras peripecias.

Sin embargo, aquella funesta semana, las tropas invasoras ocuparon la capital durante el aniversario número treinta y siete del inició del movimiento de independencia.

Nuestro país, en aquella entonces era una entidad política demasiado joven. Tenía menos de tres décadas con un gobierno propio, tiempo suficiente para que los odios y las divisiones proliferaron. Quizás la historia ha sido demasiado benevolente con aquellos que dividieron y debilitaron nuestra nación durante sus primeros años.

Se nos cuenta una parte de la historia, la leyenda de los niños héroes, la ambición expansionista de nuestro vecino del norte. Pero me queda la impresión de que se deja mucho de lado. No hubo unidad entre la población, no se realizó un esfuerzo conjunto por evitar la catástrofe. Todo colapsó y la muestra de ello fue lo que sucedió con el territorio que algún día ostentó la república mexicana.
¿Qué pasó allí? Quizás los mexicanos del siglo XIX deberían de rendir cuentas sobre lo que pasó durante sus años de vida. Lástima que ni la historia, ni el tiempo permiten esa clase de enfrentamientos.

Es cierto que fuimos invadidos por una potencia en acenso, por un ejército profesional, por unos políticos bien preparados que obedecían a un proyecto denominado destino manifiesto. ¿Pero qué pasó con nosotros? De alguna manera, nuestro espíritu quedó sepultado y nuestra garra y valor, cuestiones que nos distinguen, también fueron limitadas.


La SEDENA en su portal de internet, afirma que la intervención del 47 que; “tiene sus antecedentes en las políticas expansionistas de Estados Unidos, que desde 1809 se venían observando”. Así mismo reconoce que después de la independencia de la república de Texas, “Durante cerca de diez años el gobierno mexicano no intentó recuperar la provincia rebelde pero no reconoció su independencia.(1)

De aquí se desprenden dos factores fundamentales que definieron la situación: 1.- La expansión de Estados Unidos, 2.- El abandono del gobierno mexicano. Yo agregaría un tercero que se desprende del resto de lo expuesto aquí; 3.- La división nacional.

Desde la independencia hubo una constante pugna entre monárquicos y republicanos, centralistas y federalistas, liberales y conservadores, entre un caudillo y otro, un Estado y el poder Federal. Con esa clase de problemas internos fue inevitable la tragedia.

Así fue como llegó, el día en que México lloró. La bandera norteamericana ondeo en Palacio Nacional el 16 de septiembre de 1847, hace ciento setenta años. 



Créditos

Imágeneshttps://www.thinglink.com/scene/786666694872399872
Imágenes: http://www.3museos.com/wp-content/uploads/2016/09/batalla4-1024x512.jpg
Referencias: https://www.gob.mx/sedena/documentos/la-invasion-norteamericana

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