El mundo necesita...


Uno de mis libros favoritos es "El tambor de Hojalata", concebido por el Premio Nobel de Literatura  alemán Gunter Grass y publicado en 1959. Esta magna obra narra la historia de un niño muy singular que se comunica dando golpes a su tambor. El relato comienza aproximadamente en 1920 y abarca el régimen nazi, el transcurso de la segunda guerra mundial y la posguerra. 

El día de hoy no es mi intención hacer una reseña de esta libro que considero como "muy recomendable"... 
Con tanto alboroto, derivado de los primeros días del año, se me vino a la mente una escena muy singular que retrata Gunter Grass, casi al final de la novela. Habla sobre una especie de centro nocturno posterior a la guerra, donde las personas se reunían para cortar cebollas y llorar. Habían padecido tantas crueldades que nada los conmovía; era como si el llanto estuviera prohibido por su propia conciencia. Así que la solución era simple, tomar cebollas y "pelarlas" hasta que los ojos cedieran y pudieran desahogarse.

Cierto o falso, ficticio o real, han pasado muchos años desde entonces. Tal vez el día de hoy no necesitamos comprar vegetales en un antro y vaciarnos en lágrimas para sentirnos más aliviados. Pero el mundo necesita remedios así de extremos para seguir funcionando. Basta con pensar un poco para darse cuenta de que utilizamos "muchas cosas" para afrontar la realidad, asimilarla o evadirla. 




Parece que la vida del humano y la realidad son diferentes. La vida comienza en el nacimiento y termina en la muerte, mientras la realidad permanece. Existe un lapso de tiempo en el que ambos transcurren, interactuando de diferentes maneras. A veces protestamos ante las circunstancias que nos rodean, a veces nos resignamos y las aceptamos, mientras que en otras ocasiones simple y sencillamente huimos, las ignoramos o las pasamos por alto. 

Entonces, usamos casi todo lo que nos rodea para hacer frente a la adversidad, aceptarla o intentar escapar de ella. La religión, el arte, el conocimiento, el deporte, el entretenimiento y otras cuestiones más sencillas. Todas pueden emplearse de diferentes maneras, la diferencia radica en la persona de la que se trate.



Esto se relaciona un poco con el descontento social que se ha venido sucintando en semanas recientes. Hemos visto protestas pacíficas en todo el país y saqueos en algunos rincones que no logran preocupar a las autoridades federales. Más allá de la opinión, que cada uno pueda tener sobre estos sucesos, es muy claro que la población está buscando "enfrentar la realidad" de alguna manera.  

Quiero preguntarme; ¿cómo hablaremos del tiempo actual dentro de algunas décadas? Haremos lo que Gunter Grass en "El tambor de hojalata", pero en lugar de personas llorando con el picor de las cebollas, retrataremos a jóvenes "saqueando" las tiendas de autoservicios, Elektra, Walmart, Bodega Aurrera, o lo que sea. 

La violencia me hace pensar que esto es el preludio de algo más importante, pero la experiencia me dice que dentro de algunos meses el enfado por la liberalización de los precios de la gasolina quedará en el olvido. Quizás surgirán "memes" más llamativos que nos darán diversión los siguientes meses, las personas seguirán consumiendo gasolina como si no hubiera un mañana y la situación quedará olvidada...


Pero mientras tanto las personas buscan "remedios" por más absurdos que sean, como pelar cebollas o robar tiendas. A manera de analogía, en 1947 la gente requería lugares para llorar amargamente, porque habían pasado por las peores atrocidades de la historia contemporánea. En 2017 (setenta años después), las personas buscan desesperadamente quién pague el precio del enojo socialLo que ha pasado, en otras partes del país, es como la punta de un iceberg. Refleja ardor, desesperanza y angustia...

Ahora que comienza el nuevo año, me pregunto; ¿qué necesita el mundo? Y no me refiero a ideales abstractos de difícil consecución como la paz mundial o la erradicación del hambre (que son necesarios pero muy complicados). Me refiero a acciones concretas, que puedan aplicarse en el entorno cercano. 

¿Necesitamos más religión? ¿Más arte? ¿Más cultura? ¿Educación? ¿Deporte? ¿Empleo? ¿Salud? ¿Justicia? No hay duda de que requerimos de muchas cosas y cada quién tendrá prioridades diferentes. Así que la respuesta a estas preguntas depende del entendimiento de cada uno, pero también de las convicciones, las ideas y sentimientos, que forman parte del laberinto intrincado que cada persona es.


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