Hablando de concursos




Hace un año tuve la oportunidad de participar en un concurso de Juicio Oral en la ciudad de Mérida, Yucatán. Aquella experiencia fue alentadora, abrió nuevas perspectivas en mi mente y me dejó varias enseñanzas.

Han pasado doce meses desde aquellas desveladas, el trabajo duro día con día para depurar la información. Desde que la presión y el estrés corrían por mis venas. Dicen que la primera vez es la más difícil, no sabes mucho de lo que tienes enfrente y realizas aventuradas suposiciones.

En los próximos días volveré a concursar en otra ciudad, Monterrey, Nuevo León. Aunque una participación de esta índole requiere de mucha  preparación, el día de hoy el panorama luce mejor. Con el paso de tiempo uno aprende a dominar los nervios, las inseguridades y los pensamientos negativos que sólo traen malos augurios. Ahora puedo decir que me siento más sereno.

Es un hecho que todas las personas tienen limitaciones, lo importante es aprender a dejarlas de lado cuando se trata de conseguir algo. Ese es el caso de los concursos, en estas competiciones se enfrentan estudiantes de diversas partes del país, cada uno tiene una historia y una vida detrás de sí, pero todo aquello se queda afuera de la sede del evento. Cuando uno se desempeña enfrente de un Juez evaluador, no importa la experiencia curricular que uno pueda tener, ni la cantidad de casos ganados en cualquier materia. Lo único que tiene peso en ese preciso momento es el desempeño del concursante, de una manera parecida a como ocurre con los atletas o deportistas.

Es emocionante sentir la adrenalina, el conteo de las horas que cada vez son menos, subestimar las responsabilidades cotidianas porque se acerca algo que es considerado más importante. Hoy mi atención no puede quedarse encerrada en el trabajo o la escuela. Esta será la última vez que concurse como estudiante, por eso deseo dar mi mejor esfuerzo. Quisiera tener más tiempo para dedicarlo en todo lo que tengo, en la familia y los amigos inmutables que nunca me abandonarán, en la escuela que está a punto de terminar, junto con todos sus proyectos.

A unos cuantos días de volver a  concursar, puedo contar las mejores experiencias de mi periodo universitario. Puedo afirmar que mi vida estudiantil ha sido como una cálida fogata que ha calentado mi paso desde hace varios años, que todavía se alimenta de nuevos retos pero está próxima a extinguirse. Soy de la opinión de que las mejores horas no deberían tener fecha de caducidad, aunque no serían tan especiales si duraran para siempre.

Me faltan tres días para concursar en Monterrey, menos de tres meses para el último congreso de la carrera que tendré como estudiante y cuatro meses aproximadamente para egresar. Este reloj de arena no ha cesado su andar y sé que mi licenciatura terminará. Sólo me queda decir que aquí comienza la despedida, que confío en mi equipo, mis compañeros y profesores para triunfar en medio de esta coyuntura, hablando de concursos.






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